Los suelos de policloruro de vinilo (PVC), comercializados como “losetas de vinilo de lujo” o en inglés Luxury Vinyl Tiles (LVT), son cada vez más populares entre los constructores, diseñadores, minoristas y los propios consumidores, imponiéndose a menudo sobre alternativas generalmente más caras como la cerámica (al menos en cuanto a instalación). Se trata de un producto que reproduce fielmente el aspecto de las baldosas de madera o la piedra, pero sin las necesidades de estos en cuanto a instalación y mantenimiento. Además, su precio es bastante asequible y, según indican sus fabricantes, es resistente al agua, duradero, seguro y su contribución a la huella de carbono es relativamente baja. Sin embargo, dado que se trata de un polímero plástico sintético, también conocido como producto petroquímico, es decir, derivado del petróleo, cabe preguntarse hasta qué punto puede ser sostenible o saludable.
¿Un producto “de lujo”?
En los últimos años, una de las tipologías de PVC se ha rebautizado como LVT, incorporando el término “de lujo”, todo ello obedeciendo a una estrategia de marketing minuciosamente elaborada. Sin embargo, aunque este suelo se denomine “de lujo”, no deja de ser un suelo de plástico, en cuyo proceso de fabricación intervienen sustancias catalogadas como extremadamente preocupantes (sus siglas en inglés SVHCs de Substances of Very High Concern) o, en otras palabras, que pueden afectar gravemente a la salud humana y al medio ambiente (ECHA). Así, en palabras de Jim Vallette, autor del informe The New Coal: Plastics and Climate Change, “LVT es un término puramente de marketing empleado para definir a un producto que simplemente consiste en capas y capas de PVC, derivado, a su vez, de combustibles fósiles. Todo esto arrancó hace 10 años, en 2012, cuando los fabricantes de EE. UU. anunciaron el lanzamiento de un nuevo producto denominado LVT. Lo que no anunciaron es que la mayoría del PVC empleado en la fabricación del LVT provenía de China, ni que su proceso de obtención suponía riesgos graves tanto para la salud de las personas como para el medio ambiente”.
Figura 1. Esquema típico de un suelo de LVT (Fuente: CEH)
El PVC es el material plástico más extendido en el sector de la construcción, empleándose en la fabricación de tuberías y láminas impermeabilizantes, así como en los acabados interiores, especialmente los suelos y el papel pintado. Así, se calcula que el 70% de todo el PVC que se produce en el mundo se destina a la construcción (Geyer et al., 2017). Los suelos de PVC producen más externalidades negativas que otros materiales alternativos, debido a su profunda dependencia de los combustibles fósiles y de la extracción y procesado de sustancias altamente nocivas para el planeta y la salud de las personas como el mercurio o el amianto. Todo esto se desprende de los resultados del estudio Chlorine & Building Materials elaborado por The Helathy Building Newtwork (HBN), una organización americana, fundada en 2000, que recopila información sobre la sostenibilidad de los materiales de construcción y aboga por el uso de materiales y políticas de construcción respetuosos con el medio ambiente. El mencionado estudio ha sido elaborado en dos fases, una primera, publicada en julio de 2018, que abarca América del Norte y del Sur, África y Europa, denominada Phase 1, y una segunda, Phase 2, centrada en Asia, que además ofrece conclusiones globales. En conjunto, la HBN proporciona un vasto volumen de información, de libre acceso, sobre las tecnologías, los mercados y la contaminación asociados a la producción de cloro en todo el mundo, componente esencial en la producción de PVC.
Veamos, a continuación, los principales aspectos negativos asociados a la producción de PVC.
Emisiones de CO2 e inconsistencia en las DAP
Fabricado a partir de una combinación de productos químicos y combustibles fósiles, el PVC produce emisiones de gases de efecto invernadero en cada etapa de su ciclo de vida. Para contextualizar, si la industria del plástico fuera un país, sería el quinto mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, superando a todos menos a China, Estados Unidos, India y Rusia (Zheng y Suh, 2019). Sin embargo, a diferencia de los residuos de plástico que asfixian nuestras vías fluviales, la contribución de esta industria al cambio climático se produce, por lo general, con poco escrutinio público y aún menos responsabilidad gubernamental.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los productos petroquímicos representarán más de un tercio del crecimiento de la demanda mundial de petróleo para 2030, y casi la mitad del crecimiento para 2050. Estos datos ponen de manifiesto el proceso de expansión de la industria petroquímica y el dramático aumento de las emisiones que esto lleva implícito. Para ilustrar esto, únicamente en EE. UU., se espera que las emisiones totales de gases de efecto invernadero de esta industria superen a las de las centrales eléctricas de carbón en esta década.
Por otro lado, según se menciona en el informe Flooring’s Dirty Climate Secret, elaborado por el Centro de salud ambiental de EE. UU. (CEH, Centre for Environmental Health), las Declaraciones Ambientales de Producto (DAP) de los fabricantes de suelos americanos de PVC, subestiman las emisiones de dióxido de carbono derivadas de la producción entre un 8 y un 180%, según si la producción tiene lugar en EE. UU o en China, respectivamente. Estas DAP se basan en datos limitados y obsoletos, en los que se toma como referencia la cadena de suministro estadounidense. Concretamente, las DAP se elaboran a partir de Análisis de Ciclo de Vida (ACV) incompletos, en los que se obvia el recuento de emisiones de CO2 en determinadas fases del proceso productivo. Pues bien, estos ACV se toman para emitir las DAP de suelos de PVC fabricados tanto en Estados Unidos como en China, a pesar de que China utiliza carbón en lugar de gas natural como materia prima para la producción de PVC, contribuyendo de esta manera a la desviación observada en las emisiones.
Presencia de tóxicos en los procesos productivos del PVC: mercurio, amianto y PFAs
Independientemente de su origen, la fabricación de cualquier suelo de PVC requiere de un proceso intensivo en energía en el que intervienen determinados productos químicos cuya exposición supone graves riesgos, tanto para la salud humana, como para el medioambiente. Sin embargo, tal y como hemos comentado brevemente en el apartado anterior, existen diferencias entre el proceso de fabricación de EE. UU. y el de China. Así, por ejemplo, EE. UU., se emplea amianto en la fabricación del PVC, un conocido carcinógeno humano que se usa en la obtención del cloro a partir de agua de mar. De hecho, en este país, la industria del PVC es la última industria que queda legalmente autorizada para importar y utilizar el peligroso amianto blanco o crisotilo. Por su parte, en China, así como en gran parte del resto del mundo, la salmuera se procesa utilizando membranas recubiertas de sustancias químicas artificiales perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAs), las cuales, a su vez, se asocian a muchos tipos de cáncer, a la disminución de la función inmunitaria y a otros efectos perjudiciales para la salud. En lo referente a Europa, la situación difiere notablemente, tal y como se puede observar en el siguiente mapa que recoge un inventario mundial de fábricas que producen cloro y resina de PVC. Así, en líneas generales, estas tecnologías son menos comunes debido a su eliminación progresiva, pero Alemania cuenta con una gran planta que todavía utiliza diafragmas de amianto y dos plantas que utilizan celdas de mercurio (OECD, 2021).
Figura 2. Mapa interactivo con fábricas de cloro y resina de PVC en el mundo (Fuente: HBN)
En los últimos diez años, la producción de suelos de PVC se ha ido trasladando progresivamente hacia China, donde la mayoría de los fabricantes utilizan carbón como materia prima para producir PVC. Esto se debe a la abundancia de carbón barato extraído localmente, algo que ha permitido su uso generalizado en la producción de suelos de PVC, tanto como insumo, como fuente de energía para alimentar las plantas de fabricación. Esta diferencia con el proceso estadounidense supone la liberación de enormes cantidades de CO2 a la atmósfera. Además, en China, el cloro se hace reaccionar con el carbón utilizando mercurio como catalizador, un potente neurotóxico, liberándose a la atmósfera cloruro mercúrico y compuestos organoclorados que contribuyen a la destrucción de la capa de ozono.
Fin de vida: vertederos y plantas incineradoras
Además de la contaminación liberada durante la producción, los suelos de PVC plantean problemas de gestión de residuos. En cuanto al reciclaje de los suelos de PVC, aunque esta industria lleva mucho tiempo prometiendo que el plástico es reciclable, este es escaso y en algunos países, como EE. UU, especialmente bajo (no supera el 9%).
En Europa, en el caso de los productos de PVC, hasta ahora solo se han alcanzado tasas de reciclaje del 20% (Circular Flooring, 2023), mientras que un gran porcentaje de los residuos de PVC sigue depositándose en vertederos o incinerándose. Para evitar la pérdida de recursos valiosos, el aumento de las emisiones de CO2 y otras cargas medioambientales de la eliminación de residuos, es necesario establecer circuitos cerrados de reciclado para diversos flujos de materiales, como por ejemplo los revestimientos de suelos de PVC.
En respuesta a las críticas, la industria del plástico ha emitido nuevas versiones de estas viejas promesas, con la construcción de infraestructuras que describe como «reciclaje avanzado» o «reciclaje químico», un conjunto de tecnologías de reprocesamiento que la industria del plástico está promoviendo como un salvador del medio ambiente y de su propio crecimiento, en medio de la creciente presión mundial para frenar el uso del plástico.
De entre estos procesos, el más común es la pirólisis, en el que los residuos sólidos se tratan en hornos de alta temperatura para transformarse en materias primas líquidas como la nafta, un hidrocarburo inflamable. Pese a que, a escala de laboratorio, este tipo de técnicas son prometedoras, a escala industrial, la presencia de aditivos, como los plastificantes (ftalatos) y estabilizantes térmicos (sales de plomo) que todavía se emplean en China, las dificultades de clasificación o el exorbitante consumo de energía asociado, hacen que el proceso sea inviable.
En este contexto, el destino final de los residuos de PVC son los vertederos y las plantas incineradoras. Por un lado, la acumulación de estos residuos en vertederos, al quedar expuestos a la luz y al calor, conduce a la segregación micropartículas que contaminan aguas y suelos, pudiendo llegar a las personas y a otros seres vivos, muchos de ellos parte de nuestra cadena trófica. Por otro lado, la quema de residuos plásticos en incineradoras no únicamente contribuye a que se disparen todavía más las emisiones de CO2, sino que, además, libera potentes agentes tóxicos como dioxinas y furanos.
Figura 3. Reproducción de parte de una infografía difundida por el CEH (Fuente: CEH)
A modo de conclusión
A lo largo de la discusión, hemos ido desgranando los aspectos más problemáticos de los suelos de PVC, un potente competidor del pavimento cerámico. Comercialmente conocido como LVT, según sus fabricantes, aporta lujo y comodidad a precios asequibles. Sin embargo, detrás de esta estrategia de marketing, encontramos un producto que, pese a que pueda resultar relativamente económico, supone costes muy elevados para la salud de las personas y para el medio ambiente.
Tal y como se ha visto, la producción petroquímica no es, ni de lejos, «de bajo coste», si se tienen en cuenta las emisiones de sustancias químicas tóxicas y de gases de efecto invernadero generados en la producción, la exposición de los trabajadores a sustancias altamente tóxicas (amianto, mercurio, PFAs) y la generación de residuos potencialmente peligrosos. Unos detalles que no todas las empresas de suelos de PVC comparten con los clientes y que no quedan representados con exactitud en las DAP facilitadas por los fabricantes, en algunos casos, opacas e incompletas, en las que no se hace mención del uso de compuesto tóxicos ni se aporta una contabilidad detallada de las emisiones de CO2.
Los fabricantes de LVT, por su parte, insisten en que este producto no supone un peligro para sus usuarios durante su etapa de uso, dado que, a excepción de China, gran parte de las empresas han sustituido aditivos como los ftalatos por otros menos nocivos. Sin embargo, si se observa el ciclo de vida completo salen a la luz numerosos aspectos, cuanto menos preocupantes, que afectan a toda la cadena de suministro y, muy especialmente, a las comunidades cercanas a las plantas petroquímicas. A este respecto, resultan muy necesarios estudios minuciosos y específicos que aborden con rigor e imparcialidad los verdaderos riesgos que este producto conlleva.
Unidad de Inteligencia Competitiva del ITC-AICE